jueves, 24 de mayo de 2007

¿CÓMO SE REPONE UNO DE LA MUERTE DE UN AMIGO, UN CARNAL?

Sin una idea clara de para qué carajos inicié un blog, pensé en señalar el deterioro urbano de la ciudad, de mi entorno –Tacubaya–; pasar revista a las cantinas donde suelo meterme a beber vodka con quina; comentar los comederos que suelo visitar; documentar la privatización de las calles; narrar mis recorridos en bici; compartir mis lecturas, o simplemente despotricar contra todo. No esperaba la noticia que recibí el martes: “Murió Carlos García”. Con voz entrecortada, a punto del llanto, Rosa Trujano –tipógrafa de las que ya, desde hace muchos años, no se dan, ni se darán, tal como Ángela Trujano, hermana de Rosita– me informó que Charli, pa' los cuates, había sido encontrado muerto la mañana del martes 22. Nunca experimenté una situación semejante. Incredulidad, sorpresa, rabia, desconsuelo, una opresión en el pecho, deseos de llorar y contenerse con rabia de hacerlo. Mi primer reacción fue llamar a casa de Alicia (García Bergua) y Carlos con la firme esperanza de que todo fuera un malentendido o una broma del pinche Carlos. No fue así. Ana, cuñada de Charli, me dijo que había muerto. Pregunté hacia dónde lo llevarían y Ana me dio la dirección de la funeraria: Avenida Revolución y 11 de Abril. A la vuelta de la casa. Ahí estaría Carlos a partir de la 2 de la tarde. Supuse que ahí encontraría a Ali, pero me enteré que ella andaba de viaje por Nayarit.

Incrédulo, fui por Jimena, mi hija, a la escuela. Al tomarla de la mano para emprender el camino a casa, le dije que estaba muy triste porque Carlos había muerto. “¿Carlos con el que jugabas frontón, el dueño de Dylan?”, preguntó quien desde los tres años de edad acostumbra indagar sobre qué es la muerte. Después de comer, junto con Jimena fuimos a comprar flores. Éstas fueron las primeras en la capilla. Imagino que Carlos hubiera dicho: “¡Qué buena onda cabrón, esto se veía de la chingada!”. Rato después llegó Gabi, mi domadora, con un ramo de flores blancas y lilas, que por sugerencia de Carlos Mapes se distribuyeron en los dos floreros. Después de acompañar a Gabi y Jimena a casa, al regreso ya encontré a Alicia, a quien abracé tratando de reconfortarla. Las siguientes horas me senté a fumar en unos escalones a observar el vacío y recordar los últimos meses de convivencia con Carlos. En varios momentos tuve que contener las lágrimas. En ningún momento logré sobreponerme a la sensación de desasosiego. A las 22:00 nos fuimos a dormir. Al día siguiente se dirigiría el cortejo al crematorio del Panteón Dolores.